La faena de Acoso y Derribo es una de las más bellas derivaciones de la fiesta de los toros. También una de las más antiguas. En el siglo XVIII se practicaba casi en la misma forma que en nuestros días. Todas las tauromáquias, desde Pepe-Hillo a la más reciente, la incluyen como una suerte del toreo en sus tres distintas y primitivas formas: a la "Falseta", a la "Mano" y al "Violín".
Mis vivencias no han sido netamente familiares, sino que las aprendí en los amigos de mi casa, todos ellos grandes garrochistas en estas Tierras del Sur que me vieron nacer. Desde niño oí a mi padre y a mi abuelo contar y recordar con satisfacción y orgullo de aficionados, jornadas de tentadero s a campo abierto en el "Cerrao del Conde", "Los Gallos" de Miura, antes en el Cortijo de "Cuarto"y, ultimamente en "Zahariche", feudo de la legendaria familia de Miura. Igualmente en "Fuente Rey" de los Bohórquez, "Los Alburejos" y "Jandilla" de los Domecq, en el "Toruño" o "Pinganillo" de los Guardiolas, en "Valdevacas" de Villanueva del Río y Minas de los Tulios y en los tres cOITederos de los alrededores extremeños y madrileños: el de "Monasterio" en Villalba, del Duque de PinoheITlloso; el de "Las Matas", en el lugar del Marqués de Villabrágina y su famosa toledana colina torda de nombre "Abanico", "Los Bolsicos" del viejo Conde de la Corte y el "Valjuanete en Borox" del diestro Domingo Ortega, al que solían acudir con cierta frecuencia sus amigos, el maestro Luis Miguel Dominguín y el señor Conde de Ruiseñada y, también contar anécdotas de los grandes gan-ochistas que fueron el Algabeño, Pepín Martín Vázquez, Luis Ramos-Paúl (Villamarta) los Moreno Santa María, Faustino Posadas, Antonio Cañero, y especialmente los amigos de la generación del 98, tan vinculada a mi familia como fueron Juan Belmonte, Ignacio Sánchez-Mejías y los "Pabloromeros".
Especialmente Fernando Villalón, que fue el poeta de las marismas y que como nadie cantó esa bella faena -hoy transformada en deporte- con aquellos novillos con los ojos verdosos y de pitones astiverdes de sangre Saavedra, a los que resucitaba y decía Villalón, que después el "Pasmo de Triana" se bajaba en su silla para torearlos con verónicas de alhelí.
En mi más tierna infancia, repito, llegué a oir contar a mis mayores cómo se corría en la Algaba, en las marismas sevillanas, en las fértiles vegas del Guadiamar y en la campiña de Utrera. Allí, me contaban de cómo se corría en primavera y de cómo derribaban los garrochistas utreros gordos, para lo que tenían que forzar a sus cabalgaduras sometiéndolas a un gran esfurezo. Dicen los viejos que el Algabeño sacaba su navaja y le abría los asientos a su caballo, para que la embocadura del bocao asentara en carne viva y así forzar la parada.
En "Gómez Cardeña", Juan Belmonte llegó a ser consumado jinete montando caballos cruzados que revolucionaron la idea del caballo españolcomo único para estas labores, más lento y de menos tranco, y que siempre fue considerado como el más ideal para esta faena de campo. Incluso dicen que Joselito en su corta vida llegó a ser igualmente un poderoso garrochista. Entonces se corría en terrenos muy extensos que permitían alargar el acoso y la carrera, jugando con un mayor espacio para que la res llegara hecha sin forzar la carrera, ya que con tanto espacio se facilitaba y se reposaban los tiempos. Se cuidaba mucho el arte y la estética al soltar más hilado, cogiendo al becerro muy fino en la palomilla al tranco del galope. Jamás sin agarrarse el jinete a la perilla de su albardón. El palo o garrocha de Majagua media tres metros y medio y se levantaba con arte, bajando desde arriba hacia el becerro.
Los tiempos han cambiado, pues al Correr gordos utreros en primavera y así pasaba en Andalucía y en Salamanca, ahora se ha pasado a Correr eralitos en ambas zonas. Prácticamente ha desaparecido esta bella faena campera de selección ganadera, quedando en muchos casos el Concurso como reliquia histórica de 10 que era la faena del campo, con honorosas excepciones.
En Salamanca siempre corrieron y lo hicieron muy bien los Pérez-Tabernero en "Matilla" y en "San Fernando"y, lás modernamente el ganadero Marqués de Bayamo -primer campeón nacional de Acoso y Derribo en 1970- y Luis Garcigrande, que mantuvieron la tradición en el campo charro. En "Llen", Vicente Charro de Murga con su lballo "Volador", alazano, cuatralbo y muy cruzado, del hierro del excepcional caballista del sur Pepe Anastasio, puso el listón muy alto.
En la actualidad también las casas ganaderas de Salamanca de alguna manera mantienen la tradición y mis ;tuales amigos José Ignacio Charro, que aprendió en la capona llamada" Silencio" de su padre, Alipio y Juan Pérez-Tabernero, Julio Grande -que se ha convertido en uno de los mejores garrochistas de hoy-, Juan Carlos Martín Ferreira -culpable máximo de mi torpe afición- y Juan Luis Fraile, entre otros. También en Extremadura la afición sigue viva mantenida por garrochistas como Miguel Higuero, Juan Donuel, los Tejeda, los Castillo, los Torres, los García de La Peña, los Moreno, los Albarranes y los Terrones.
En nuestra tierra andaluza, la afición también se transmite de padres a hijos, y así pues, a los tradicionales nombres de Martín, Pablo-Romero, Murube, Rufino, Moreno y Santa María, Miura, Guardiola, Domecq, Buendía, Sánchez-Ibargüen, Mora y Cava, se unen nuevos apellidos que están dejando muy alto el pabellón de Andalucía, )mo son el caso de Los Peña, los Cañaveral, Ernesto Campos Peña, Juan Pérez de Ayala, Los Molina, los de la 1aza, etc.
Quiero aprovechar este momento para hacer un canto al viento a uno de los mejores garrochistas de todos los empos y que, lamentablemente, falleció el diecinueve de Agosto de 1999. Me estoy refiriendo al Doctor Mariano Fernández Zumel, Campeón de España en tres ocasiones (1982, 1986 Y 1992), Y un ejemplo a seguir por las Llevas generaciones. Madrileño de nacimiento y, como garrochista, se hizo en los campos de Salamanca Perfeccionando su estilo más tarde en los campos alverizos jerezanos.
Para terminar, quiero recordar que el Acoso y Derribo se mantiene vivo, y que de aquellos majestuosos y antiguos versos de Fernando Villalón en su bello romance del ochocientos o del gran poeta jerezano Juan Pedro Domecq y Díez, en su libro Sobre el arzón de la silla, aquel otro interesante libro de José Rufino Pinceladas sobre Acoso y derribo de ganado vacuno o Caballerizas de Joaquín Vázquez Parladé y el Tratado sobre Doma de Luis Ramosaúl Dávila, pasando por la gran antología del arte de derribar Doma, Acoso y Derribo del viejo Antonio Miura.
La semilla subsiste y las nuevas generaciones vienen con otras formas: quizás con más velocidad, con más caballos más cruzados, prevaleciendo la efectividad al arte, con garrochas de fibra más ligeras y flexibles pero lenos románticas, guantes de muselina en las manos en vez de los dedos forrados con los trapos de antaño, con lS modernidades de los tiempos actuales, pero con la misma ilusión y afición, esta faena sigue viva.
Hace ahora casi un año, en el corredero "El Palmar" de Los Palacios, tuve el honor y el privilegio de organizar, mto a mi amigo Isaías Vázquez, el XXX Campeonato de España y de Sevilla de Acoso y Derribo y de estar junto
los campeones de España, Ignacio Sánchez-Ibargüen, Luis Guardiola, José Murube, Ernesto Campos Peña, ~sele Cañaberal, Borja Domecq y Juan Pérez de Ay al a, en este bello corredero del Bajo Guadalquivir o de lndalucía la Baja, como dijera el gran Villalón. Allí participaron una treintena de las mejores colleras de España.
l esta cita no faltó la presencia de los diestros Francisco Rivera Ordóñez y Julián López El Juli, siguiendo la stela de afición en sus antecesores en el toreo moderno como Álvaro Domecq, Paco Ojeda, Salvador Guardiola, Pepe Luis Vázquez, Francisco Rivera Paquirri, Ángel y Rafael Peralta, entre otros.
Pero por encima de las clasificaciones que tocaron por discernir, ha quedado patente que el Acoso y Derribo es na bella faena de campo que jamás se perderá, que Sevilla, Cádiz, Huelva, Salamanca, Cáceres, Badajoz y Madrid, antes, hoy y siempre son y serán el espejo para ganaderos, caballeros y garrochistas.
'Por ello, sus voces y sus galopadas en el campo resuenan en todos los campos de España con la misma fuerza con 1 que sonaron sus antepasados, iniciadores de todo ello, pues presenciando el XXX Campeonato de España y de Sevilla de Acoso y Derribo en Los Palacios, eran sus voces y sus gritos de los que se fueron, los que oíamos, como si allí estuvieran otra vez con todos nosotros, para que todo continuara y nada ni nadie pudiera impedirlo.
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