Sus nombres están escritos con letras de oro en la historia de la Tauromaquia. Estos siete caballeros en plaza junto a sus caballos representan el espíritu más puro de la fiesta.
Joao Alves Branco Nuncio y Pincelen
Nuncio personificó y actualizó el toreo a caballo. Su influencia en el perfeccionamiento de su arte ha sido indudable. Si bien le faltaba alegría artística, consiguió llevar al toreo a caballo maneras y formas que parecían reservadas al toreo de a pie. No cabe mayor reposo para preparar la suerte desde el comienzo, excitando a su caballo con los tobillos; ni mayor honradez para ejecutarla, fijando al toro bravo, citándole con rabia y entrándole de frente a frente, de poder a poder, con rectitud no superada por los mejores banderilleros de a pie.
Valiente hidalgo portugués nacido en la finca familiar de Pachanas, feligresista de San Román, de la villa de Alcacer Do Sal, fue el primero que puso el par de banderillas a dos manos (realizado en Lisboa en el año 23), suerte practicada actualmente por numerosos rejoneadores; así como la muerte a estoque desde el caballo, suerte que realizaba en tiempos remotos el indio Mariano Cevallos, quien se nos aparece en un aguafuerte de Goya.
Fue duramente criticado en los comienzos de su carrera profesional por los "puristas", enemigos de la revolución que se presentía, que decían de él que era "un aficionado de campo metido a profesional". Sin embargo, sus innovaciones y la pureza de su monta y lidia le harían sentar cátedra. Nuncio, a lomos del caballo castaño de sangre lusitana de nombre Pincelen, marcado con el hierro de Carlos Veiga, llegaba a casi todos los toros de frente, templaba sus embestidas y mandaba en las suertes; de forma que el rejoneador portugués tras citar de lejos y valiéndose de la agilidad de su caballo, se permitía colocar las banderillas de poder a poder y con el tiempo fue adquiriendo con ello una mayor perfección y calidad. Simao Da Veiga y Bombita
Este Cavaleiro de Alternativa lusitano nació en Laure y era hijo del rejoneador de mismo nombre y apellido. Fue el rival ideal de Branco Nuncio, formando una pareja famosísima que dominó el panorama del toreo a caballo en Portugal hasta el final de la década de los 50. Su genial concepción del toreo fue la improvisación, la alegría en las suertes, la decisión, y su riqueza de adornos y filigranas. Aún se recuerda a su lucida jaca castaña del hierro lusitano del Conde de Hervideira propiedad de Pedro Cabral Bombita, que al simple mando recibido de las piernas de su jinete, llegaba hasta la misma cara del toro y le permitía dar gran espectáculo a la suerte de banderillear desde el caballo, también a dos manos.
El toreo artista de Simao era con Bombita el más variado, rápido y elegante en la plaza. La docilidad de su caballo era tal que permitió a su jinete realizar espectaculares ejecuciones improvisadas a la media vuelta, que poco a poco se hicieron famosas. Sus méritos de jinete diestrísimo y de toreo son indiscutibles, y una acertada propaganda favoreció su popularidad. Desgraciadamente, este caballero rejoneador que tanto corazón ponía en la plaza frente al toro bravo, falleció en el picadero del ganadero de caballos Carlos Veiga.
Antonio Cañero Bacna y Bordeaux
El valerosísimo rejoneador cordobés Antonio Cañero tuvo la virtud de trasladar al mundo de las corridas de toros la belleza y gallardía del toreo ecuestre practicado a campo abierto. Con él resucita el rejoneo español a principio de los años veinte. Con su vestimenta campera nos trae nuevos cambios en las maneras de la lidia, complementados con su énfasis en la muerte segura del toro, obligación tradicional del toreo en el ruedo. No rehusó Cañero a esta exigencia, y surgió como remate del toreo a caballo el forzado empeño a pie.
Cañero, sin una excesiva perfección académica, basaba su toreo en la emoción y el sabor campero. Rejoneaba toros en puntas, es decir sin bolas ni afeites, y sorteándolos con los matadores con los que alternaba. Solía escoger para sí los astados más grandes y de mayor cornamenta. Su magnífica monta fue aleccionada en un principio como jinete consumado de salto en su etapa militar, llegando a obtener el rango de teniente coronel de caballería. El caballo más representativo y testigo del gran éxito de este mítico rejoneador fue una jaca capona, colina, castaña y tres alba de sangre angloárabe que recibiría el nombre Bordó tras su debut en la plaza de toros francesa de Burdeos. La Bordó costó tres mil pesetas a su nuevo dueño que pronto sacó rentabilidad. La armónica y elástica jaca de Cañero tenía tanto temperamento que al parar en firme no frenaba arrastrando las manos sino que se elevaba en un impulso gallardo y enterraba las manos sin resbalar; como si se agarrase a la tierra. Otra de las grandes virtudes de esta vistosa y alegre jaca fue la de la tranquilidad que le daba su propia viveza. Con ella las suertes se hacían muy reunidas hasta el punto de recibir hasta ocho cornadas en su vida torera. Su larga espera en la misma puerta de chiqueros hasta la salida del toro, sus ajustadísimos pares al estribo; y las corbetas, lanzadas y saltos con coz de cabriola de alta escuela sobre los toros, causaron el asombro de aquellos primeros espectadores que la vieron.
Alvaro Domecq y Díez y Espléndida
Es de justicia anotar en el haber de Don Alvaro Domecq y Díez la nueva resurrección del rejoneo tras el eclipse marcado por nuestra guerra civil. Su estilo campero y académico tanto a caballo como a pie, cuando había que descabalgar para estoquear a las reses, causaron gran impacto en los espectadores de aquella época. Para las nuevas generaciones se abría una faceta del toreo a caballo totalmente desconocida mientras para la vieja afición renacía un arte del que fuera catedrático don Antonio Cañero, y todo ello presidido de su gran dominio de la doma.
El insigne rejoneador, excepcional ganadero, honorable político y reputado escritor, grabó con letras de sangre y oro, ya para siempre, las mejores páginas del bello arte de Marialva en todos los rincones del Planeta de los Toros. Su toreo se centró en la doma, el espectáculo y la alta escuela magistralmente realizada.
Sería imposible de olvidar en estos momentos a una extraordinaria yegua torda de crines negras anglohispanoárabe del hierro de Casa Domecq que acompañó durante más de una década al ilustre rejoneador, y que contribuyó a tantas tardes de triunfo clamoroso obtenido en todos los ruedos en los que toreó Espléndida.
Esta yegua de don Alvaro nació a orillas de la Janda, y su vida se prolongaría hasta los veintisiete años de edad. Sus principales cualidades siempre fueron su gran doma, velocidad y templanza en los momentos más comprometidos de la lidia. Con ella se hizo famoso el paso español, muy despacio, delante de la cara del toro, y los ajustadísimos pares de banderillas que solía resolver milagrosamente en el último instante. A Espléndida le gustaba ir de frente, pegarse y meterse a los toros debajo para luego volver, de forma académica, al punto inicial en la suerte de banderillas. Sus cambios de pie, al tranco, y quebradas en el centro del ruedo también se hicieron muy pronto populares en el campo, en la plaza y en el recuerdo de todos los grandes aficionados, como reza el epitafio de esta bella yegua.
Ángel Peralta Pineda e Ingenioso
Capítulo aparte merece el conocido por muchos como Centauro de la Puebla, Ángel Peralta Pineda. A él sin duda se le deberá siempre en gran parte esa edad de oro que ha vivido el rejoneo en España a paitir de los años sesenta hasta nuestros días.
Este ilustre caballero, también poeta y ganadero, innovó en la fiesta múltiples suertes. Aunque todas estas invenciones o innovaciones tengan una valoración técnica desigual, es indudable la inquietud y el interés de Peralta por buscar mayor variedad y amenidad a las suertes del rejoneo. Puede decirse que ha dedicado su vida al caballo y a la lidia a caballo.
Sus nuevas y revolucionarias formas resaltaron su propio estilo basado en el toreo puro y de frente, creando las reuniones, ejecutándolas y finalmente rematándolas a la perfección. Solía hacer lo más difícil, que es quedarse en la cara del toro, rematando las suertes para luego volver al sitio de partida. La estrella más destacada de su cuadra fue Ingenioso. Un caballo peninsular de capa alazana de hierro portugués. Con él solía destacar con las banderillas a dos manos y deslumbrar a todos con la preparación de piaffe, balanceándose en la misma cara del toro por cualquiera de los dos lados, con sus quiebros y caracoleos. Peralta con Ingenioso fue el inventor de la famosa Suerte de la Rosa (siempre en el recuerdo aquella primera vez, nacida tras recoger una rosa de la arena del ruedo y. atarla a una banderilla corta). La facilidad, la templanza, y la velocidad de Ingenioso frente a la cara del toro hacía que Peralta rematara la suerte con acierto. Ingenioso parecía hacerlo todo bien, y de ahí que en la plaza aún hoy se le recuerde.
Joao Romao De Moura y Ferrollo
Gracias al niño prodigio de Moura resurgió en el momento crucial el entusiasmo en su país. Su toreo se encuentra en la línea de la escuela clásica de Simao Da Veiga y de José Mestre Batista: alegre, artista, florido y lleno de temperamento.
Este siempre joven rejoneador portugués alcanzó su triunfo más sonoro en la corrida de Beneficencia del 78 en Madrid. En aquella tarde llegó a salir a hombros tras cortar las dos orejas a un toro de Bohórquez. Con éste se alcanzó el triunfo más sonoro nunca conseguido por otros cavaleiros portugueses. Con una larga experiencia en la profesión, una de las mejores cuadras de caballos, y un peculiar carisma y estilo de enfrentarse al toro, sigue siendo hoy espejo de la afición lusitana, así como fiel reflejo del Canto de los viejos titanes de Nuncio y Da Veiga.
Moura junto a Ferrolio alcanzaría la cima de su popularidad. Este bello caballo tordo de sangre hispanoárabe del hierro de Branco Nuncio se lo compró su padre, según decía, por unas setecientas mil pesetas, y con él realizó sus mejores pares de banderillas de poder a poder, innovando años más tarde el primer galope de costado que se realizó en el ruedo. Las pasadas en falso por ambos lados y su temple en la misma cara del toro hicieron del Ferrolio la mejor paleta de Moura para interpretar su toreo ortodoxo lusitano. Finalmente fallecería a los dieciséis años de edad por culpa de un cólico. Aquel Ferrolio era un manantial de poder, nobleza y habilidad frente al toro.
Pablo Hermoso de Mendoza y Cagancho
Este navarro y alguacilillo en sus comienzos de los campos de Estella, es hoy en día el mejor rejoneador del escalafón mundial. Pablo Hermoso con su inseparable Cagancho, un bello caballo lusitano negro y cuatralbo del hierro de Joao Batista, y que comprara al ganadero portugués Brito Paes por unos trescientos mil escudos.
Hermoso de Mendoza explicó al mundo entero nuevas formas y distancias frente a la cara del toro nunca abordadas antes por ningún jinete en los anales de la historia. Las verónicas a caballo de Hermoso de Mendoza son el baluarte de su espectáculo, acompañadas de una doma ejemplar y única de sus caballos artistas. El toreo de Pablo y Cagancho es sorprendente y esclarecedor, como todo lo nuevo. Entre ellos parece existir una sintonía especial, es como en el baile en donde uno se deja llevar y el otro lleva. El rejoneador navarro se encuentra muy en la línea de la doma clásica, siempre en el sitio y con la decisión precisa a la hora de ejecutar la suerte. Se podría decir que junto a Cagancho forman el actual Juan Belmonte del toreo a caballo. Este caballo grande y pesado, siempre poseyó una grandes dotes lidiadoras. Era lo que los taurinos llamamos un torero largo y poderoso, y así lo demostró por última vez en su tarde más importante en la Méjico el pasado 15 de Diciembre. Su gran temple quedó en evidencia en sus innumerables galopes de costado, remates por las tablas y sus cites a pitón contrario. Cagancho rompió las distancias y entró en terrenos en donde muy pocos caballos y rejoneadores en la historia han osado y osarán pisar. Heredero de Opus y Neptuno se alza Cagancho, el mejor caballo de rejoneo vivo, que ya corre libre por los campos de Navarra. Adiós Cagancho, siempre te recordaremos en aquella mañana de farolillos, un 25 de abril de 1999, cuando llevamos a Pablo a hombros hasta el taurino Hotel Colón.
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