Retomamos el pulso después de la pasada Feria de San Fermín de Pamplona, para continuar con el estudio e investigación del toro bravo en el campo. Con que mejor ganadería proseguimos, que la de Pablo Romero, legendaria, histórica y a pesar de los pesares inquebrantable e incombustible. Nos desplazamos todos a la marisma sevillana junto a Villamanrique de la Condesa y nos detenemos a veinte minutos de la sombra de la giralda, ante los dos machones de la finca que lleva a partir de ahora el nombre de la ya clásica divisa celeste y blanca, El partido de Resina".
Allí los pastos son riquísimos y la frescura de las aguas han conseguido mantener su siempre esperanzador color verde. Allí nos aguardaba el responsable y representante actual de la vacada, el veterinario y ganadero José Luis Alcora Cabello.
LA HISTORIA GANADERA
La leyenda de los toros de la herradura comenzó a forjarse hace más de un siglo, en 1885, cuando Felipe de Pablo Romero, compra la ganadería de Carlos Conradi. Detrás de aquella decisión se escondía dos intenciones: por un lado, acrecentar su aureola de hombre de campo importante; por otro, colmar de satisfacción de aficionado a la Fiesta. La marisma era por entonces el más esplendoroso enclave ganadero de España. Los toros ocupaban enormes extensiones de tierra virgen y vivían en un estado prácticamente salvaje, dueños absolutos de la llanura salitrosa e inacabable. Las fincas de 4.000 o 5000 hectáreas no eran raras, incluso las había más extensas. En ellas crecían espontáneas las sapinas, los cañizos, los armajos, el carretón y una infinidad más de hierbas marismeñas, que eran el único alimento de aquellos morlacos.
Felipe de Pablo Romero poseía por aquellas fechas cerca de 15.000 hectáreas de terreno, que fueron a parar a manos de su familia tras la desamortización de Mendizabal. Los toros tenían, por tanto, sitio más que sobrado, y podían comer a boca llena. El buen cuidado que puso su dueño en presentarlos a las plazas de forma impecable, les grajeó rápidamente una justa fama entre los públicos de finales del siglo XIX. La procedencia de los pabloromeros es fruto de una extraña y sugerente mezcla distintas castas antiguas, muchas de las cuales, por no decir todas, se encuentran hoy virtualmente extinguidas: Jijona, Cabrera, Vázquez, Navarra y Gallardo. Esta suma de sangres heterogéneas acabaría dando como resultado un tipo de toro cuya proporción, altivez, seriedad y gallardía harían de su estampa modelo de la raza brava. En manos de la familia Pablo Romero se obró el milagro, del caos se pasó al canon, no sólo en el trapío, sino también en el carácter.
Manteniendo un rigor estricto en la selección, por encima de modas pasajeras, los Pablo Romero fueron modelando un toro distinto a todos los demás. Fruto de su variadísimo origen, durante bastantes años los astados salieron con diversidad de tipos, pelajes y comportamientos. Hasta las dos primeras décadas del siglo XX, respondieron al patrón de los gustos que entonces imperaban: el poder, la pelea espectacular en el caballo y la fiereza en el último tercio. Otras ganaderías de la época se agotaron en ese punto y acabaron por ser eliminadas con el paso de los años. La de Pablo Romero fue capaz de evolucionar, sin apartarse del cauce de seriedad y sin echar mano de sangres extrañas a la suya, para pasar de la aspereza a la bravura y del genio a la nobleza más encastada.
Después de adquirir la vacada de Conradi, cuentan que Felipe de Pablo Romero anduvo bastante tiempo sin saber que hierro emplearía para marcar a sus becerros. Por fin adoptó el mismo que han mantenido sus sucesores, cuyo dibujo tiene forma de herradura, sin serlo. El hierro original es en realidad una embocadura metálica de un homo de hacer pan, con sus fijaciones laterales para agarrar en la obra. En 1906 fallece el fundador de la ganadería. Le sucede su hijo Felipe de Pablo Lorente, que gracias a una Cédula Real del año 1903 pudo unir los dos apellidos Pablo y Romero, y por tanto, anunciar sus toros igual que vino haciendo hasta entonces el padre. En 1917, toma el timón la tercera generación de la misma familia, representada por los hermanos José Luis y Felipe. En 1944 fallece el segundo de ellos y sus herederos mantienen la parte que les corresponde junto con el resto de la vacada. A mediados de los años cincuenta, se constituye la sociedad Pablo Romero, S.A., de la que posteriormente se hacen cargo de forma exclusiva José Luis de Pablo Romero y sus hijos, tras haber adquirido todas las restantes fracciones familiares. Felipe es nombrado director en 1960, cargo que ostenta hasta su fallecimiento en 1979. Su hermano José Luis le sucede de forma momentánea, y Jaime adquiere en 1986 la totalidad de la ganadería, con hierro y divisa. La tradición familiar se ha mantenido durante más de cien años, no sólo en la propiedad de la vacada, sino también en el cargo de Mayoral. El actual Manolo Muñoz, es miembro de una larga saga de hombres camperos, sabios y extraordinarios picadores. Algo así como "Los Cid" fueron para "Juan Gómez", o "Los Saaverdra" a los toros de Guardiola.
Como es bien sabido, los toros del hierro que nos ocupa pastaron durante muchos años en la finca "La Herrería", situada en tiaras aljarafeñas de Sanlúcar la Mayor. Las vacas, sementales y ganado más joven ocupaban distintos cerrados de loa marisma, fundamentalmente el de "Partido de Resina", cerca de Villamanrique de la Condesa y el Coto de Doñana. En 1982, los cuatreños abandonaron de manera definitiva La Herrería", en cuyas tiaras hoy ya no queda ningún vestio de ganado bravo.
LOS PABLOROMEROS (2ª Parte)
EVOLUCIÓN Y ÉXITOS GANADEROS
Desde el año 1885, primero en la andadura de la divisa de Pablo Romero, han sido lidiadas más de 6.000 reses entre toros y novillos. Debido a ello, y teniendo en cuenta lo brillante de su historial, puede comprenderse que enumerar a todos los que en razón su trapío o juego alcanzaron la fama resulta una tarea penosa a lo más importantes, la relación se hará más larga de la cuenta.
Hasta la llegada de Juan Belmonte y el asentamiento definitivo de su concepto del arte de torear, el toro de lidia había tenido más de indómito que de bravo. Los pupilos de Pablo Romero debutaron en Madrid mucho antes de que esto sucediera, concretamente el 9 de abril de 1888, en la vieja plaza de la carretera de Aragón: Guerrita era por entonces el "mandamás" de la torería, y él fue el encargado de estoquear a uno de los pabloromeros debutantes, Cuchillero, que fue premiado con dos vueltas al ruedo tras matar 8 caballos y tomar 14 varas.
Idéntico galardón obtuvo Cigüeño, lidiado en Sevilla el 31 de mayo del mismo año. Los toros de Felipe se hicieron muy pronto habituales de los abonos madrileños. Paradójicamente, no ocurriría lo mismo en Sevilla, su patria chica, a cuya feria no han acudido durante muchas décadas por voluntad expresa de la familia. De nuevo en Madrid, se puede recordar, por ejemplo, a Chimbareto, jugado el 15 de mayo de 1898. En el mismo ruedo se corrieron muchos hermanos suyos, a los que por esa época se efrentaron "El Espartero", "Lagartijo", "Bombita, "Machaquito" y otros toreros del mayor predicamento.
El 16 de mayo de 1919 tiene lugar un acontecimiento histórico: la faena de Belmonte al toro "Gondolero", que resultó ser gordo, bravo y marcado con el hierro de la casa sevillana de Pablo Romero. El diestro trianero electrizó a los espectadores, que le concedieron el entonces excepcional premio de una oreja. También Joselito mató una gran cantidad de corridas de esta vacada, con cuyos dueños mantuvo una estrecha amistad, e incluso se dice que fue novio de una de las hijas de Felipe.
Lo cierto, y al margen de anécdotas, es que a partir de los años veinte los criadores de bravo comienzan a buscar una mayor nobleza en los toros, al objeto de hacer posible una lidia que no se agotara en el tercio de varas. Los hermanos José Luis y Felipe de Pablo Romero van, poco a poco, dando ese mismo giro a su vacada y longran aunar el reconocido temperamento de la misma con una cierta dosis de bondad. Toros como "Cautivo", "Tejón", "Castillejo" o "Burraco", fueron buena muestra de esta evolución positiva. La corrida lidiada en la plaza madrileña de Vista Alegre el 18 de mayo de 1935, puede servir para simbolizar este proceso. En ella salieron dos toros extraordinarios. "Gallineto", con el que "El Niño de la Palma" realizó una de sus mejores faenas de su carrera y "Verdugo". En ellos se unieron bravura y la nobleza, la casta encendida el dato curioso, se puede mencionar que las mulillas tuvieron que hacer un gran esfuerzo para arrastrarlos cuando les dieron la vuelta al ruedo debido a los muchos kilos que los toros llevaban sobre los lomos.
Cuando llegan los años de la posguerra, se produce una fuerte rebaja en el trapío y la edad de los astados. La ganadería de Pablo Romero se mantiene fiel a su tradicional seriedad. Muchos de sus toros rebasan ampliamente la barrera entonces mítica de los 300 kilos en canal. En este sentido, se puede recordar uno al que Manolete le cortó el rabo el 30 de julio de 1939 en el Puerto de Santa María, que pesó 380. La década de los cuarenta fue, además, una continuidad en la línea de éxitos, sobre todo en Madrid. El cárdeno "Tormento" recibe la vuelta al ruedo en 1940. En 1948 se lidia una gran corrida en la que destaca "Tejero", y al año siguiente, "Canastillero", "Corbatero "y "Flamenco" revalidaron el triunfo. Las plazas de Bilbao, Pamplona, Valencia, Valladolid y Algeciras son también escenario de muchas tardes felices para la divisa celeste y blanca.
En 1951, "Rizador" obtiene el primer premio al toro más bravo de San Isidro, lo mismo que hará el cárdeno claro llamado... "Rosalera" en 1958, dentro de un encierro con otro gran ejemplar que atendió por "Mexicano". Los nombres de Cesar Girón, Martorell y Rafael Ortega fueron habituales en estas temporadas junto a los pabloromeros. A ellos se unió el de Antonio Ordoñez, sobre todo a partir de su gran faena a un toro berrendo de este hierro, el 5 de agosto de 1951 en Santander.
Avanzando en el tiempo, los morlacos de "La Herrería" tuvieron en 1960 una de sus mejores temporadas. "Cubano" y "Collarito" reciben la vuelta al ruedo en San Sebastián y Madrid, respectivamente, mientras que "Velador" logra el Catavino de Oro en el concurso de Jerez. En 1961, el llamado Yegerizo merece los honores del pañuelo azul de nuevo en La Ventas. En el año 1964 tiene sus cimas con Tremendo, en San Sebastián, y con el apoteósico triunfo de Diego Puerta en la feria de Murcia, donde cortó cuatro orejas y un rabo a dos toros de la misma carnada.
El ciclo isidril de 1965 es el marco del faenón de Antonio Ordoñez, reaparecido ese año, al toro "Comilón" de Pablo Romero, al que le corta las dos orejas y el rabo del bravo animal. En la Feria de San Sebastián de ese mismo año, Miguel Mateo "Miguelín" le cortaba un rabo al quinto de la tarde. El 23 de mayo del citado 1968, Potrico había sido indultado en la plaza de Barcelona y emprendió, tras ser curado, el viaje de regreso a la dehesa donde fue semental durante un corto espacio de tiempo. Su cabeza adornaba el salón del cortijo de "Partido de Resina". El 29 de marzo de 1970, en la plaza de Jerez de la Frontera el algecireño Miguel Mateo "Miguelín", se encerraba en solitario con 6 toros de Pablo Romero único caso, donde un matador mata 6 toros de esta vacada, al último de la tarde de nombre "Regalito", le cortó las dos orejas y el rabo, después de una gran faena.
La temporada de 1971 registra el triunfo en Madrid de "Serranito" un bellísimo ejemplar cárdeno claro de gran trapío, que peleó con codicia en el caballo y sacó bondad alegre en la muleta de Paco Camino, que le cortó las dos orejas. El 12 de agosto del mismo año, Antonio Ordoñez se retira de forma súbita en San Sebastián, precisamente con toros de Pablo Romero. El último que mató se llamó "Colombiano".
EL TORO DE PABLO ROMERO
El toro de Pablo Romero es el más hermoso de cuantos existen en la actualidad. De la desigualdad inicial se ha llegado poco a poco a un tipo uniforme e inconfundible, es decir, ha surgido una raza nueva e irrepetible, por cuanto que los elementos con que se fundó ya no existen, y la combinación, que se empleó para fundirlos, tampoco. Las hechuras clásicas de esta ganadería apuntan hacia un trapío deslumbrante. En ellas se dan toros largos, con mucha caja, gran monillo, testuz rizada y hocico chato. Son también muy anchos de pechos, bien armados, aunque sin exageraciones, y con los pitones no demasiado astifinos, si bien en todas las carnadas hay algunos toros cornalones. Cuando la ganadería ha estado en sus mejores momentos, los toros han salido más bien bajos de agujas, lo que, junto a las características antes apuntadas, los ha hecho bonitos y al mismo tiempo muy serios.
En la lidia se han comportado tradicionalmente con mucha bravura en el caballo, peleando con gran codicia y arrancándose de lejos. Para la muleta, tienen gas, acometividad y nobleza, aunque es normal que lleven la cara a media altura en ocasiones. Han unido, en definitiva, la espectacularidad y la bravura, y siempre fueron más aptos para hacerles faenas cortas.
El pelo clásico de los pablorromeros es el cárdeno en todas sus variedades y tonos, sobre todo el claro o arromerado, que siempre ha levantado un murmullo de admiración al salir a la plaza. Los hay también mulatos, bragados, zainos, girones y salpicados, aunque estos dos últimos en poca proporción. Hasta hace unos años, salieron muchos berrendos en negro y antes hubo colorados, castaños, capirotes y ensabanados, capas que han desaparecido completamente. En este sentido, se ha escrito que alrededor del año 1920 padreó en la ganadería un toro de Saltillo, ya que por esas fechas se operó el cambio en los pelajes, pero esta hipótesis no se ha confirmado nunca.
La agresividad es el rasgo más llamativo de los pablorromeros en el campo. Hay que andar entre ellos poco menos que de puntillas. Cualquier ruido o movimiento demasiado brusco o poco familiar desata una especie de ira que se traduce en bramidos, arrancadas fulgurantes, peleas titánicas, cornadas y muertes. En cuanto a cifras, la ganadería de Pablo Romero se mantiene actualmente dentro de los mismos parámetros que siempre lo ha hecho. Son 250 vacas de vientre y un número variable de sementales, que oscila alrededor de los diez. Estos progenitores vienen a dar por camada unos setenta becerros, de los que finalmente se lidian como toros un porcentaje no demasiado elevado, debido a la gran cantidad de percances y bajas que se producen a lo largo de los cuatro años de existencia del animal.
EL GRAN BACHE
A principios de los años setenta, los pablorromeros empiezan a sufrir el mal de las caídas, pero su casta pemianece intacta. En 1972 obtienen un nuevo éxito en la plaza del Chofre, y dos años después, el bravo cárdeno claro Cursilón es premiado en Bilbao, y Arrendatario, en Murcia. Saca raza la corrida de San Isidro de 1976, donde al año siguiente salta un gran toro, Zamorano. Bilbao, Valencia y Antequera, en 1978, y Pamplona y Algeciras, en 1979, dan las que casi serían las últimas ganaderas de la familia de Pablo Romero.
En el citado 1979, fallece, como se dijo antes, Felipe de Pablo Romero y Cámara. A partir de 1980, se produce un alarmante bajón de casta, fuerza y bravura. Las derrotas se suceden de forma consecutiva en los cosos importantes: Madrid, Pamplona, Bilbao o Sevilla, donde retoman estos astados después de muchos años de forma inoportuna, teniendo en cuenta su mal momento. Solo en plazas marginales saltan algunos rayos de luz, como el del toro Beato, al que el mayor de los Campuzano le corta el rabo el 14 de octubre de 1984 en Fuengirola.
Cuando algunos entonaban el réquiem por la historia ganadera, surge la sorpresa de una temporada triunfal, la de 1986. Cuatro toros de gran juego dan la nota más alta: Zorongo, en Madrid, Cigüeño, en Nimes, Cervatillo en Huesca y Avión en Logroño.
Muchos lanzaron las campanas al vuelo. El ganadero fue más cauto. "Tranquilos -repetía-, aún falta tiempo para que los pablorromeros recuperen el sitio. Del bache se sale muy despacio y con altibajos". Los malos ratos de las temporadas siguientes le darían la razón, aunque no le sorprendieron. Buena señal. Ese mismo año, los hermanos Pablo Romero, cansados de fracasos y de la poca rentabilidad, ponen en venta la ganadería. Es un momento crucial. El rumor se extiende y los aficionados temen que esto suponga el fin de los bellos toros cárdenos. Sólo uno de los Pablo Romero, Jaime se resiste a acabar con esta tradición familiar. Su sangre ganadera y el amor al toro que crearon sus antepasados, le llevan a cometer la "locura" de comprar toda la ganadería y la finca "Partido de Resina". Era empezar desde cero. Jaime abandona un cómodo puesto de ejecutivo, y se marcha a la Marisma para intentar salvar de la mansedumbre a los pablorromeros, justo cuando se encontraban en el peor momento de su historia. Hacia falta mucho valor y afición para enfrentarse a una apuesta tan fuerte.
Lo primero fue acondicionar "Partido de Resina", que no estaba preparada para recibir a todas las reses. La dehesa marismeña fue prácticamente reconstruida con criterios funcionales, asignando a las vacas, erales, utreros y cuatreños aquellos cerrados con condiciones de tierra y pasto más convenientes a sus necesidades de alimentación, vida y ejercicio. Hay doce cerrados reservados para las coiridas de toros, con espacio más que suficiente para su desenvolvimiento. Los erales y los utreros -gordos como pelotas-, comen a boca llena en anchos cerrados, mientras que las vacas ocupan la zona más alejada del cortijo, metidas hacia la marisma de Aználcazar.
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